La inflación, hoy en día, se ha convertido en una de las principales preocupaciones de los inversores. Un intenso debate que se ha visto reflejado en los recientes episodios de volatilidad en los mercados. Pero, ¿en qué consiste realmente la inflación? ¿Es siempre negativa o puede ser un buen indicador económico de la mejoría de la coyuntura de un país o región?
La inflación se podría definir como el incremento sostenido del nivel de precios de los bienes y servicios que se produce en un determinado periodo de tiempo y da lugar a una devaluación del dinero. Un indicador que causa recelo incluso entre los inversores antes las posibles consecuencias que podría desencadenar una subida excesiva y sostenida de los precios, como podría ser un aumento de los tipos de interés o la retirada de los estímulos monetarios antes de tiempo por parte de los bancos centrales.
No obstante, si profundizamos en la cuestión y vamos más allá, descubrimos que este fenómeno económico no siempre es negativo. De hecho, un poco de inflación en algunos casos puede resultar positivo, ya que implica que hay una mejoría de la actividad económica, del consumo y del empleo. De hecho, la inflación, siempre y cuando se mantenga dentro de una banda de fluctuación adecuada, posibilita el desarrollo económico y contribuye al bienestar de la economía. El problema radica, sin embargo, en establecer cuál ha de ser ese nivel de inflación adecuado que posibilite la estabilidad de precios.
¿Aumento estructural o puntual?
Respecto a la situación financiera actual, existe un consenso del mercado que prevé que este posible auge de la inflación sea a priori puntual y moderado, pero no estructural. Esto conllevará a que muchas valoraciones que hoy están en máximos históricos se normalicen y tiendan a bajar por el efecto del incremento de la tasa libre de riesgo que se coloca en el denominador de la formula.